Las
palabras siempre tendrán el poder de apaciguar o dañar.
Y
sin embargo, no veo la demora pero siempre llega la hora de evocar al corazón.
El
pensamiento encarcela los sentimientos como si fueran espinas de una rosa
marchita que perdió la calidez del sol.
Hay
caminos que albergan senderos de quietud, donde la serenidad consigue
mostrarnos un atajo hacia el interior del alma y encontrar un rescoldo de
plenitud.
Si
hoy, abrazas mis palabras, mañana no lances puñales, a quien un día no muy
lejano, su mano te ofreció.